
“En las décadas siguientes, la fotografía adquiere en Venezuela otra orientación, haciéndose más especializada, profesional y crítica ante las enormes contradicciones de nuestra sociedad. Los fotógrafos concentran su mirada en el país, explorando desde diversas ópticas, su entorno.
Los grandes movimientos sociales que tuvieron lugar durante estas décadas en el mundo -el “mayo francés”, los numerosos movimientos reivindicativos que se enfrentaban a todo lo establecido y la revolución cubana-, tuvieron una directa repercusión en nuestro medio.
El surgimiento de un fuerte movimiento subversivo de guerrillas fue la máxima expresión de este descontento. En la literatura, al igual que en las otras manifestaciones artísticas, se replantearon teorías, enfoques, orientaciones y, en general, se cuestionó el tipo de sociedad consumista que se había implantado en el país.”
Es durante este período, en el cual la fotografía expresiva se insertará dentro de una tendencia denominada por los estudiosos en la materia como documentalista.
Aquí, la mirada se centra en el ser humano y su experiencia vital, hurgando “en los símbolos de una cultura cada vez más urbana, con las contradicciones que esto conlleva; en el deseo de encontrar y mostrar fundamentalmente una verdad antes que la belleza, en ser agresivo antes que complaciente; en utilizar los contrastes antes que la armonía. Donde el gran angular que distorsiona para crear diagonales dinámicas es el instrumento técnico preferido.
“En este ámbito de la fotografía artística venezolana volcada hacia las contingencias del ser humano, que aparece a partir de los años sesenta, existe otro enfoque donde la preocupación del fotógrafo es más antropológica, también donde la mirada sobre el hecho social comienza a filtrarse por la experiencia personal. Es, a través de estas fotografías delatoras o existenciales, cuando aparece la marca de una percepción crítica e irónica proveniente de la instantaneidad fotográfica, igualmente explotada por la fotografía periodística, compatible con la fotografía norteamericana de los años cincuenta, sesenta y setenta”
Es la postura del fotógrafo que capta las situaciones vitales fundamentadas en el movimiento, la sorpresa, la gestualidad, sin ser programadas y donde la imagen se amplía en el ensayo fotográfico, diversificando su potencialidad discursiva.
Uno de sus máximos exponentes es Paolo Gasparini, quien llega a Venezuela a finales de la década de los cincuenta junto a muchos otros fotógrafos provenientes de Europa, que traerán consigo, además de la experiencia concreta, información sobre el quehacer fotográfico en los principales centros del mundo.
“En el campo del reporterismo gráfico, la llegada de fotógrafos formados, como Luigi Scotto, impulsaron un nuevo periodismo gráfico. Thea Segall y Bárbara Brandly se establecen en nuestro país y se dedican a realizar un registro de las formas de vida de los grupos indígenas venezolanos, con un enfoque etnológico. En la fotografía publicitaria, Francisco Caula se encargará de impartir nuevos conocimientos”
Acota el crítico cubano Nelson Herrera Ysla que será Gasparini, con uno de sus trabajos más emblemáticos, “Para verte mejor, América Latina”, quien iluminará la transición entre una mirada corrosiva del contexto sociopolítico del continente y una visión irónica ante la realidad fragmentada del orbe “civilizado”, con matices sutiles de humor y referencias culturales de variado origen. Por encima de ambos enfoques, está la vocación ejemplar para mixturar lo local y lo universal, los códigos específicos de muchas culturas sin que el discurso pierda coherencia, organicidad, contundencia.
Y es que Gasparini “ha develado zonas de nuestra realidad demasiado sensibles para enfrentarnos con indiferencia ante ellas: ha provocado constantemente al espectador, lo ha sacudido usando los mismos signos y símbolos que el hombre común emplea para “desenvolverse” en la vida diaria, ha usado sus espacios habituales en imágenes de violenta acción especular”.
A toda esta manifestación expresiva se unirán también Sebastián Garrido, Alfredo Armas Alfonso, Rafael Salvatore, Félix Molina, Soledad López, Ricardo Ferreira, Alvaro García Castro, Mariano Díaz, Hernán Alí Araújo, Carlos Germán Rojas y Roberto Fontana.
De igual modo, José Sigala retrata algunas reinas de belleza y a los miembros de las clases dirigentes venezolana en imágenes donde destaca el lado humano de sus personajes. Claudio Perna, fotógrafo, geógrafo e investigador de la imagen, experimenta en dos vertientes: una documental, que tiene que ver con su trabajo geográfico, y otra, donde la fotografía es apenas una referencia para sus innovadoras proposiciones
Federico Fernández ofrece una visión cargada de humor, de las inauguraciones de algunas muestras expositivas realizadas en el Museo de Bellas Artes; mientras Luis Brito desarrolla ‘Los desterrados’, una serie hecha también en Caracas
A mediados de los setenta se conoce la obra de “El Grupo”, agrupación compuesta por Vladimir Sersa, Alexis Pérez Luna, Ricardo Armas, Jorge Vall y Fermín Valladares, quienes se dedican a captar distintos aspectos de la realidad y, en especial, los pueblos y espacios abandonados de la república.
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